martes, 8 de marzo de 2011

APOLOGÍA DEL INDIO

México, además de ser uno de los países que actualmente presenta una guerra entre un
gobierno inepto contra una delincuencia respetablemente organizada, (no le saque Severiano)
carece de triunfo, orgullo, honestidad, educación, empleo, salud y victorias en el fútbol mundial.
Pero tiene algo más valioso que esto último, perdido y/u olvidado en la selva, en el bosque, en el
matorral, en el desierto, enterrado en las grandes catedrales de nuestro país. Inclusive algunos
“modernamente” vestidos caminan en las grandes metrópolis y han encontrado la forma de
sobrevivir, sin el asadón, la coa, el arado, el machete, la tierra, la jarana, el mezcal, el sotol, el
pulque, el zapateado; sin su lenguaje, su sol, su luna, sus luceros. Con un orgullo genético, un
orgullo de cobre, una cultura que a 500 años no se raja, solo se dispersa; unos sombrerudos,
unos descalzos con calzoncillos que el ignorante de Mel Gibson nos los mostró como asesinos
sin raciocinio, como unas bestias ansiosas de sangre, inconscientes, sanguinarios animales, en
una peli que su objetivo fue recaudar fondos pa' su bolsillo; por medio del morbo, dejando
totalmente al lado el interés de divulgar en realidad la cultura de algunos que tenían todo y lo
respetaban y que ahora no tienen nada y nadie los respeta. Ellos son los indígenas, aquellos a
los que los Españoles llamaron indios, y tú en tus reuniones también te refieres a ellos como un
insulto despectivo, ya parale cabrón ya se pasaron en demasía dever...as, deveras, deveritas.
El concepto de Indio según Goddard lo utilizaron los españoles para agrupar de manera
indiferenciada a los descendientes de los pobladores anteriores a su llegada; el indio fue una
categoría social que se aplicó en todo el ámbito del sistema colonial español. El concepto de
indio fue adquiriendo un uso descriptivo, casi siempre peyorativo y despectivo. Así, los
descendientes de los pobladores originales iban perdiendo a punta de chingadazos la
complejidad de sus sociedades: sus grupos fueron desmenuzados, como la carne deshebrada
de las tostadas de tinga, y si bien les iba los incorporaban a grupos en calidad de esclavos;
obviamente sus territorios les fueron expropiados, con esto su estrato social se redujo,
empobrecieron y en numerosos casos encontraron la extinción (Eso si es pobreza y no portar un
celular con botoncitos y dos colores en pantalla).
Una característica que admiro con demasía es que el indígena ha evadido
constantemente los intentos que se han hecho por definirlo. Y digo que respeto esto porque
generalmente los conceptos dados en la época de la colonia, eran ignorantes, racistas y
escasos de humanismo. Lamentablemente hoy no es la excepción y se continua discriminando
a los indígenas. Bonfil en 1972 revisó críticamente las principales definiciones que se han
elaborado en torno al indígena y nos revela la concepción general del indio: ...los indios son algo
ajeno al hombre occidental, perdiendo su categoría de humanos, porque son indios (Gachupin, 1521).
Por su parte Comas afirma: ...los indígenas son quienes poseen predominio de características de
cultura material y espiritual peculiares y distintas de las que hemos dado en llamar “cultura occidental”.
Otro concepto de indígena es el de Gamio, que definió al indio como “...aquel que además de
hablar exclusivamente su lengua nativa, conserva en su naturaleza, en su forma de vida y de pensar,
numerosos rasgos culturales de sus antecesores precolombinos y muy pocos rasgos culturales
occidentales”.
De hecho, no se hace ni siquiera un intento por definir a las culturas indígenas,
simplemente se menciona que es lo opuesto a la cultura dominante, algo así como decir ahora
en pleno S. XXI migrantes (latinoamericanos sin empleo, o una oferta laboral muy baja y mal
pagada, que buscan cubrir sus necesidades, es decir, sobrevivir) y border patrol (Americanos
que cazan a tiros con balas de adevis y en ocasiones de plástico a los migrantes. Si son
detectados disparando, su propia justicia los enjuicia, después los justifica, porque
posiblemente el hambre del migrante amenazaba con arrancarle un brazo de una mordida al
indefenso güerito, y posteriormente hasta los condecora).









Pope, un poeta inglés del S. XVIII, escribía un enunciado que en su tiempo dio pauta para
justificar los abusos raciales (ahí les va lo que dijo): La primera ley del cielo es el orden y admitido esto, algunos son, y deben ser, mas grandes que los otros. Estás ideas del año 1733 contribuyeron a que los güeritos se creyeran más su papel de poderosos y de paso los indígenas, negros y
demás razas no blancas, aceptaran su calidad de esclavos e inferiores.
¿Pero que creen? También la ciencia justificó en ese tiempo la inferioridad de los grupos
indígenas. Por citar un ejemplo, por que hay bastantes, Samuel George Morton un médico
estadounidense que trabajó durante los años de 1823 y 1851, se encargo de buscar cráneos por
todo el mundo, con el objetivo de mostrar que los cráneos más grandes, contenían un cerebro
más grande y por lo tanto un mayor razonamiento; según él, este tipo de cráneos pertenecían a
las razas blancas. Por otro lado, obviamente, los cráneos pequeños contenían cerebros de
menor tamaño y nulo razonamiento; estos pertenecían a los indígenas americanos y a los
negros (Le hubiera llegado un cráneo de Olmeca y su hipótesis hubiese sido rechazada, o hubiera
concluido que se trataba de un hombre blanco; como lo hizo con los egipcios, después de analizar
cientos de sus cráneos).
Finalmente, aún cuando estas ideas puedan parecer absurdas (cuando menos para la gente
pensante y medianamente culta), el abuso continua. El humanismo sigue perdido y las
oportunidades cada vez son menores para ti, para mi y sobre todo para los indígenas. Ellos son
muestra contundente de la superioridad de cualquier raza porque han persistido, a pesar de
acosos, intimidaciones, golpes y asesinatos; gracias a su fuerza física, además de su grandioso
y sabio respeto por la tierra, la naturaleza, las constelaciones; gracias a su gran esencia de
humildad, de fraternidad, de solidaridad y de alegría; gracias a su escasez de avaricia, envidia y
malicia. Ellos siguen donde nacieron sin pena de nada, guiándose por la sabiduría milenaria
heredada; donde son parte de la tierra y no la ven por encima del hombro, ni con derecho a
sabotearla y destruirla. Ellos, de quienes debemos aprender, siguiendo su ejemplo de respeto a
la vida, a la naturaleza, al bien y al cumplimiento de la palabra.
Entonces, celebremos a nuestras razas indígenas, dedicándoles un altar en nuestras
conciencias, encendiéndoles una vela con nuestras acciones; tal vez, así si podremos sentirnos
orgullosamente mexicanos. Sin la negación del nopal, del taco, del huipil, del penacho, de la
alegría, de lo nuestro, eso que llevamos impreso en cada una de nuestras moléculas.

Por Omar Durán

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