domingo, 6 de febrero de 2011

Abel Quezada. José Agustín Ortiz Pinchetti

El despertar

Soy muy aficionado a los trabajos de Abel Quezada (AQ), y he visto varias exposiciones de ellos. Les recomiendo la muestra actual en el Museo de la Ciudad de México. Tiene el mérito de destacarlo como analista crítico de la política, aunque no sólo fue eso: fue un gran dibujante que inventó su propio género, combinando el cómic con el cuento corto y el análisis político.

Al final, un gran pintor: irónico sin amargura, con un matiz de melancolía nostálgica. Su fama se derivó de su popularidad. Sus cartones se comentaban en las sobremesas, las piqueras y las cantinas. Empezó a observar a su patria, su gente y sus próceres desde los años 40, y siguió haciéndolo hasta el final de los 80. Contó la historia de la posrevolución, la nación sexenal con su presidente-monarca, sus ritos y mitos; la estabilidad que olía a establo y una paz social que explotaba nuestra inclinación por el sometimiento (no se pierdan el documental sobre la exaltación de los presidentes y las multitudes de acarreados). Todos nos vimos en el espejo de AQ y nadie se reconocía en sus caricaturas. Hoy, personajes y actitudes grotescas siguen ahí, pero han perdido su carácter silvestre; se han podrido y parecen incurables.

AQ era un espíritu liberal e irreverente. Criticaba el sistema, pero casi nunca por nombre a sus propietarios. No se podía ir mucho más allá: su célebre cartón negro sobre la masacre del 2 de octubre provocó que el paranoico Gustavo Díaz Ordaz se lanzara enfurecido contra el diario que lo publicó, Excélsior.
AQ se podía permitir gran libertad por ser independiente. Dibujaba por vocación. Me imagino que gozaba mucho de sus propios trabajos, pero no necesitaba del PRI ni de los concanacos ni concamines. Era un empresario exitoso y su solvencia le permitió el lujo de dibujar y decir lo que quería. Al final puso distancia del PRI-gobierno y percibió el desastre en que terminaría (lean su conferencia en la Facultad de Ciencias Políticas en la UNAM, en una pared al final de la exposición).

AQ será disfrutado por las nuevas generaciones. Su esperanza en la recuperación se expresa en el mural México saliendo de la crisis, muy candoroso que presenta al país encontrándose a sí mismo (no se lo pierdan). Nos obligó a vernos en el espejo de sus trabajos. Aún no somos capaces de ejercer la autocrítica. AQ es y será importante porque en este país donde brota el humorismo por todas partes, los humoristas son rarísimos. Los jóvenes aprenderán además de AQ que si quieren gozar de la libertad y poder hacer crítica al mundo en que viven necesitarán conquistar su independencia.

joseaorpin@hotmail.com

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