jueves, 16 de diciembre de 2010

La hondura de Honduras Lorenzo Meyer ANALISTA POLÍTICO


Distrito Federal– Información y Poder. La semana pasada el presidente norteamericano hizo un par de llamadas telefónicas a sus contrapartes de México y Turquía. Oficialmente, Barack Obama se comunicó con Calderón para felicitarle por los logros de la reunión sobre cambio climático en Cancún, y aprovechó para reprobar “la deplorable acción” del portal WikiLeaks (WL) por dar a conocer 250 mil documentos no públicos de la diplomacia norteamericana y que recogían, en el caso mexicano, desde la angustia de algunos de los encargados locales de la lucha contra los carteles del narcotráfico por un posible fracaso de esa política hasta críticas norteamericanas muy puntuales a la implementación de esa política. Ambos ejecutivos aseguraron al norteamericano que las filtraciones de información en nada afectaban la buena relación entre sus países, (The New York Times, 11 de diciembre).

Es posible que, en efecto, develar lo que hasta hace poco Estados Unidos mantenía en secreto, no afecte la esencia de sus relaciones oficiales con el resto del mundo. Sin embargo, al poner en conocimiento del ciudadano común y “en tiempo real”, la forma y el contenido de la “alta política” norteamericana, en algo puede contribuir WL a modificar el entorno en que se desarrolla la política internacional, una arena desde hace mucho reservada a las minoría dirigentes.

Información es poder. Por ello y desde la perspectiva de los grupos o personas que manejan los aparatos del Estado, es fundamental limitar el conocimiento de algunos de los términos de sus negociaciones y acciones internas y externas. Si el ciudadano común tiene acceso a los contenidos de esos entendimientos, dentro y entre las élites del poder de cada país, puede acotarse la capacidad de manipulación de “los que mandan”.

La Relación Washington-Latinoamérica. En el caso de América Latina, la información hasta ahora difundida por WL –apenas una fracción del total– muestra con claridad el doble estándar que sistemáticamente ha manejado la gran potencia que desde el siglo XIX juega el papel hegemónico en nuestra región. Tomemos como ejemplo el caso de Honduras. Tras el golpe que los militares y una parte de la clase política dieron el 28 de junio del 2009 contra el presidente Manuel Zelaya aduciendo que se proponía llevar a cabo un referéndum ilegal para poder reelegirse, el embajador norteamericano en Tegucigalpa, Hugo Llorens, que para nada había mostrado simpatías por Zelaya, envió un informe a su gobierno el 31 de julio que, en su sumario decía:

Desde la perspectiva de la embajada, no hay ninguna duda que el ejército, la Suprema Corte y el Congreso Nacional, conspiraron el 28 de junio en lo que constituye un golpe ilegal e inconstitucional en contra del Ejecutivo. Aceptando, prima facie, que puede haber elementos para considerar que Zelaya pudiera haber cometido acciones ilegales e incluso hubiera podido haber violado la constitución, desde nuestra perspectiva es igualmente cierto que la toma del poder por Roberto Micheletti es ilegítima. En cualquier caso, es evidente que quizá la constitución misma tenga deficiencias para enfrentar posibles actos ilegales del presidente y para resolver conflictos entre los poderes.

El golpe de los militares hondureños se dio cuando estaba vigente un supuesto acuerdo histórico continental: aprovechar que la llamada “tercera ola democrática” había cubierto a casi todo el subcontinente latinoamericano para no volver a tolerar el derrocamiento por golpes militares de gobiernos legítimamente electos. Sin embargo, la posibilidad de hacer realidad ese posible vuelco histórico fue hecha a un lado por un Washington donde los conservadores republicanos se impusieron a un Obama que ha mostrado poco interés en lo que sucede al sur del río Bravo. El Departamento de Estado terminó por reconocer a Micheletti; después de todo, los golpistas hondureños representan a ojos de ciertos norteamericanos algo más importante que el arraigo de la democracia entre los vecinos del sur: la eliminación de un posible aliado de Hugo Chávez, el presidente de Venezuela que hoy es la obsesión de Estados Unidos porque le desafía en una región históricamente dominada por ellos.

Un derivado del análisis del embajador Llorens sobre la ilegitimidad del golpe militar contra Zelaya es que se mantiene abierta la cuestión de la legitimidad del gobierno que sucedió al de Micheletti desde enero: el presidido por Porfirio Lobo, producto de elecciones organizadas por los golpistas y en una atmósfera que no propició el juego electoral limpio.

Y esto tiene repercusiones para México, cuyo gobierno, como el de Chile, decidió “normalizar” sus relaciones con el de Honduras y, de manera implícita, respaldar la política norteamericana frente a un golpe militar que no debía ser tolerado. Para sorpresa de todos, los documentos filtrados confirman que para Washington y para los gobiernos conservadores de América Latina hay objetivos más meritorios que el defender las reglas básicas de la democracia como, por ejemplo, neutralizar a Chávez “haiga sido como haiga sido”.

Los Terceros. El carácter de mayor potencia mundial, lleva a que la publicación de sus documentos revele no sólo sus actitudes y políticas hacia el resto del mundo, sino que, de rebote, también ponga en evidencia las verdaderas posiciones de terceros países. Por ejemplo, vía lo reportado por la embajada norteamericana en Madrid, podemos enterarnos de ciertas actitudes y políticas de España hacia América Latina. Así, nos hemos enterado que para la hoy ministra del Exterior de España, Chávez no es más que un “payaso” y un “bestia” aunque no un estúpido. Y por lo que se refiere al primer ministro español, José Luis Rodríguez Zapatero, éste le hizo saber a los diplomáticos norteamericanos que Venezuela era un desastre pero “lo que complicaba el escenario” era el apoyo interno que Chávez mantenía. Un resumen que el periódico español El País, (10 de diciembre), hace de las muchas caracterizaciones negativas que han hecho en tiempos recientes los encargados de la política exterior española ante los enviados norteamericanos en torno a los líderes latinoamericanos -Hugo Chávez, Fidel Castro, Daniel Ortega, Evo Morales, Rafael Correa o los esposos Kirchner-, muy pocos les merece respeto. De la izquierda el único presidente latinoamericano que sale bien librado a ojos de la diplomacia ibérica, es Lula, de Brasil.

Entre los socialistas españoles y la izquierda latinoamericana hay una brecha enorme, pero una gran coincidencia con Washington por lo que a la visión sobre nuestra región se refiere. Ello reafirma lo que ya se sospechaba. Por otro lado, al comparar las tan francas como duras opiniones de los políticos españoles en torno a sus contrapartes latinoamericanas de izquierda, no puede uno menos que reconocer los ecos de las opiniones vertidas en los despachos de los diplomáticos españoles a Madrid caracterizando a los líderes revolucionarios mexicanos, (Lorenzo Meyer, “El cactus y el olivo”, Océano, 2001).

La Diferencia entre el “Tiempo Real” y el Archivo. Justo cuando WL sigue en las primeras páginas salen a la luz documentos del gobierno norteamericano tan o más reveladores del carácter duro –brutal– de la política entre las naciones que no son actuales sino producto del proceso normal de desclasificación histórica. Se trata de un reporte de los Archivos Nacionales de Washington (ANW) titulado “La sombra de Hitler: los criminales de guerra nazis, la inteligencia de USA y la Guerra Fría” (The New York Times, 11 de diciembre). La investigación demuestra cómo, al final de la II Guerra Mundial, los servicios de contra inteligencia norteamericano violaron sus propias leyes y contravinieron su propia política oficial de exigir responsabilidad a los nazis y castigar sus crímenes y en cambio reclutaron a ex oficiales de la Gestapo y de las SS así como colaboradores de los nazis y les ayudaron a escapar de un justo castigo y a rehacer sus vidas.

El reporte de los ANW es más revelador de la doble moral de la política internacional que cualquier cosa filtrada hasta ahora por WL, pero el efecto político de tamaña violación de los principios más elementales de la decencia ha sido nulo. Y esto muestra la importancia de desenmascarar en “tiempo real” las incongruencias y abusos de los profesionales de la política. La estrategia de WL es una “conspiración” que busca el máximo impacto público posible para desenmascarar una “conspiración mayor”: una de las élites en contra de los intereses del ciudadano común, (The New York Times, 12 de diciembre). Vale la pena discutir el punto, sobre todo a la luz de la reacción de los gobiernos afectados.

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