jueves, 9 de diciembre de 2010

El “estado de intrusión” Lorenzo Meyer ANALISTA POLÍTICO

Distrito Federal– Falsa Preocupación. Los cables enviados por la embajada de Estados Unidos en nuestro país a finales del año pasado en torno al problema creado por el narcotráfico, y filtrados por el portal WikiLeaks, reafirman que el mundo internacional se sigue rigiendo por las duras reglas de la política del poder.

Antes de partir rumbo a Argentina y ya desatado el escándalo provocado por las filtraciones de miles de cables diplomáticos de y para algunas embajadas y consulados de Estados Unidos en el mundo, Felipe Calderón declaró: “Me preocupa el espionaje de los americanos, que siempre han sido muy entrometidos, y también me preocupa lo que hayan dicho. Pero de nosotros, realmente, ¿qué podrán decir?”, (Reforma, 3 de diciembre). Pues resulta que esos “entrometidos” sí tienen qué decir sobre México y su gobierno, aunque nada realmente novedoso: no sorprende que la embajada norteamericana confíe más en la Armada Mexicana que en el Ejército, que la estrategia de Calderón contra el narcotráfico pudiera resultar fallida si en 18 meses (que se cumplirán en marzo próximo) no da resultados efectivos, que el grado de violencia de los narcos es mayor que nunca, que varias presas en la frontera con Texas son vitales para la seguridad norteamericana, que las agencias de seguridad mexicanas son ineficientes y que necesitan de la ayuda norteamericana para ser efectivas, que a Washington le preocupan los efectos en Calderón de los reveses que ha sufrido (aunque la eliminación de Arturo Beltrán Leyva pudo haberle levantado el ánimo), que Sedena pidió suspender garantías en algunas regiones, etcétera.

Sin embargo, los cables también muestran que la “intromisión” norteamericana, inevitable en toda relación bilateral intensa y caracterizada por una gran asimetría de poder, ha sido también alentada por México. Lo que podemos llamar el “Estado de intrusión” en México nació de la incapacidad de sus autoridades para enfrentar por ellas mismas y con éxito al narcotráfico, y que la llamada “Iniciativa Mérida” es el marco perfecto para legitimar esa “intromisión”. Y no hay que olvidar que, formalmente, esa iniciativa la propuso México. En suma, la queja de Calderón respecto a lo políticamente impertinentes de los vecinos del norte suena a falsa. Los entrometidos lo son más que antes porque en 2007 se les dio entrada como corresponsables de una estrategia puesta en marcha para matar dos pájaros de un tiro: disminuir a un narco ya muy crecido y, sobre todo, mostrar fortaleza instantánea tras una elección cuestionada.

Naturaleza de una Relación. Las relaciones entre nuestro país y Estados Unidos nacieron peligrosas para México. Esa marca de origen ha cambiado de forma pero nunca se ha borrado. Y decir que la relación nació bajo el signo del peligro no es exagerado. En 1812, antes de que México lograra su independencia, el ministro español en Washington, informó a Madrid y al virrey de la Nueva España que por la naturaleza expansionista y agresiva de los Estados Unidos de América, los despoblados territorios al norte del virreinato corrían peligro, pues un proyecto de la nueva nación del norte era extender su frontera de la desembocadura del Río Bravo hasta el Pacífico. 46 años más tarde la predicción de Luis de Onís se hizo realidad con la derrota de México y el Tratado de Guadalupe Hidalgo.

Con el tiempo, el hambre de territorio dejó de ser un elemento central en la relación México-Estados Unidos pero la tensión original fue sustituida por otras motivadas, sucesivamente, por falta de control en la frontera, inestabilidad y nacionalismo con la Revolución Mexicana, las diferencias en el contexto de la Guerra Fría –diferencias respecto a Guatemala, Cuba o las revoluciones centroamericanas–, la migración –hoy el 10 por ciento de la población mexicana vive en Estados Unidos, la mitad indocumentada– y, desde luego el narcotráfico, donde el lado mexicano produce o es punto de paso de drogas prohibidas y el lado norteamericano es el mercado de consumo y el proveedor del dinero y de las armas con que los narcotraficantes sostienen su desafío al gobierno y a la sociedad de México.

Los Amigos de tus Enemigos son mis Enemigos. De los varios temas que tocan los documentos filtrados por WikiLeaks, hay uno que hasta ahora ha sido poco comentado pero, quizá sea el más revelador de la forma como Calderón ha tratado de usar un tema externo –el antagonismo entre Venezuela e Irán por un lado y Estados Unidos por el otro- para aumentar sus puntos de coincidencia con Washington. Según este informe, Calderón declaró en privado que el enemigo regional del gobierno norteamericano es, también, el enemigo del gobierno mexicano a fin de extender la supuesta comunidad de intereses nacionales entre México y la gran potencia más allá de la Iniciativa Mérida.

De acuerdo con el documento filtrado, la posición asumida por Calderón en una entrevista del 23 de octubre de 2009 con Dennis Blair, director de la Agencia Nacional de Inteligencia de Estados Unidos, fue un intento por reciclar el enfoque que otros ocupantes de Los Pinos usaron durante la Guerra Fría para congraciarse con Washington al sugerirse como socios entusiastas de su “gran cruzada” internacional contra el mal.

Según el cable firmado por el embajador Carlos Pascual, Blair y Calderón conversaron en torno a los problemas de falta de coordinación y efectividad en la acción de las fuerzas mexicanas una vez que se les daba información sobre objetivos específicos en la lucha contra el narcotráfico. Sin embargo y según el reporte, al final de la conversación, y sin venir al caso, Calderón opinó que el presidente de Venezuela estaba interviniendo en América Latina –en el caso de México, podría haber financiado al PRD en 2006, mantenía relaciones con algunos gobernadores mexicanos– y estaba en contacto con el gran enemigo de Washington, Irán. Calderón concluyó, sin ofrecer pruebas, que había una liga entre Venezuela, Irán y el narcotráfico; una especie de “Eje del Mal” que amenazaba a la región. Frente al supuesto peligro común, Calderón se ofreció para intentar aislar a Venezuela a través del Grupo de Río. Finalmente, el mexicano dio un consejo a Washington: se debía vigilar de cerca la situación en Guatemala y Belice, involucrarse más en los asuntos latinoamericanos y alentar al próximo gobierno de Brasil para que hiciera lo que Lula no había querido hacer: confrontar de manera enérgica a Venezuela.

De ser cierta esta actitud tan innecesariamente obsequiosa de Calderón con Blair, ésta habría tenido antecedentes que se pueden rastrear en otros documentos del Departamento de Estado, de esos que ya se pueden consultar en los Archivos Nacionales de Washington. Ejemplos: en un memorándum del 3 de junio de 1954, el embajador Francis White reportó que el presidente Ruiz Cortines se ofreció a cooperar con Estados Unidos para aislar al gobierno de Guatemala, al que acusó de tener ligas con la Unión Soviética. En otro documento del 29 de noviembre de 1959, se afirmó que Ruiz Cortines opinó, ante el embajador Robert C. Hill, que el mundo necesitaba de la política elaborada por el presidente norteamericano Dwight Eisenhower y que, por lo que atañía a México, tanto él como su sucesor, Adolfo López Mateos, se encargarían de confrontar a los comunistas en cualquier circunstancia. Otro documento del National Security Council del 24 de noviembre de 1964 asentó que Gustavo Díaz Ordaz dio seguridades al presidente Lyndon Johnson que en caso de una nueva situación crítica internacional, México estaría del lado norteamericano. Finalmente, en un memorándum de conversación entre Luis Echeverría y Richard Nixon del 15 de junio de 1972, se asegura que el presidente norteamericano aceptó que el mexicano asumiera una posición frente a la América Latina supuestamente independiente y no concertada con Estados Unidos para que, en la práctica, sirviera para neutralizar la influencia de Fidel Castro.

Obviamente, ninguna de las supuestas conversaciones citadas se hizo pública en su momento y el nacionalismo de los líderes mexicanos no quedó manchado. Fue la mala suerte de Calderón que WikiLeaks revelara hoy una conversación que sólo debería conocerse 25 años más tarde. Lo interesante del caso es que, como ya no hay Guerra Fría, para congraciarse con Washington, Calderón sustituyó a la URSS, Cuba y el comunismo por Venezuela, Irán y el PRD.

Los documentos norteamericanos consignan sólo un lado de la historia y pueden errar en hechos e interpretación, pero mientras el lado mexicano no de su versión, la norteamericana es la única que tenemos para comprender el “Estado de intrusión” en que vivimos.

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