martes, 2 de noviembre de 2010

Uno terco y otro necio. Salvador García Soto

Serpientes y Escaleras |
Sicarios del poder ...

El choque entre Felipe Calderón y Vicente Fox sólo hace pública la tirante y fría relación que desde siempre ha existido entre los dos presidentes que han gobernado al país en la era panista



El choque entre Felipe Calderón y Vicente Fox sólo hace pública la tirante y fría relación que desde siempre ha existido entre los dos presidentes que han gobernado al país en la era panista. Nunca se quisieron, nunca coincidieron política o ideológicamente y nunca ha habido entre ellos buena comunicación. De hecho, desde que salió de Los Pinos, Fox nunca ha vuelto a ser invitado a conversar por su sucesor y, si acaso, le ha pedido estar presente en algún evento público como los pasados festejos del Bicentenario.


Pero el encontronazo verbal de los últimos días no tiene sólo que ver con esa distancia o con la antipatía que sienten uno hacia el otro; detrás del pleito de declaraciones entre Fox y Calderón, lo que se exhibe es una fuerte lucha interna por el control del PAN y de la sucesión presidencial en el partido gobernante. Es un reclamo del foxismo por la marginación de la que ha sido objeto el grupo del ex presidente ante el control absoluto que ejercen los calderonistas de los órganos internos del panismo y, por ende, de las decisiones del partido.



La prueba más clara de cómo Calderón y su grupo desplazaron a todos los demás grupos internos del panismo —que a lo mucho suman entre el 20 y el 15% de los consejeros que elegirán al nuevo presidente del PAN— es que la disputa real se da entre dos calderonistas: Gustavo Madero y Roberto Gil Zuarth; ni siquiera entre los otros tres candidatos, los que no tienen tantas posibilidades de ganar como los dos primeros, puede encontrarse a un representante real de otra corriente interna que no sea el calderonismo: Francisco Ramírez Acuña, que aunque es apoyado por los consejeros afines a Santiago Creel, también es de origen calderonista, y Cecilia Romero, que aunque la ven con simpatía los grupos de El Yunque y la ultraderecha panista, también es calderonista.



¿Dónde están los foxistas en esta contienda y en general en el partido? No existen, los desplazaron, los marginaron y, tal vez por el mismo estilo de su jefe político el ex presidente y por el férreo control del nuevo presidente, ellos mismos se dispersaron. Ese es parte del origen del pleito entre Calderón y Fox, una disputa verbal que comenzó el ex presidente cuando, hace poco más de un mes, declaró en una entrevista con este columnista que: “El PRI volvería a Los Pinos en 2012... así lo dicen los datos y los dados”. Ya en aquellas declaraciones, Fox cuestionaba duramente la guerra antidrogas de Calderón y le reclamaba que pretendiera acabar con las drogas: “con eso no se acaba, a eso se le administra”.



Por eso fue la respuesta tardía de Calderón cuando lo cuestionó por haber cometido “muchas equivocaciones” y no haber actuado contra los narcotraficantes en su sexenio. Ahora Fox le responde al Presidente que no se crea “la mamá de Tarzán”, y así por ese tono irá el enfrentamiento que en el fondo no es nuevo, aunque no deja de exhibir a un panismo dividido que, fuera del calderonismo, acumula resentimientos y coraje contra el grupo gobernante

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