viernes, 22 de octubre de 2010

Omecíhuatl Miguel Ángel Granados Chapa Periodista

Distrito Federal– Omecíhuatl es el nombre que designa a la parte femenina de la dualidad creadora. Simboliza la equidad entre los sexos desde el origen de lahumanidad. El Instituto de las mujeres del Distrito Federal llama de ese modo a una distinción que tiene carácter emblemático por dondequiera que se la vea. La fecha en que se entrega recuerda la de la reforma legal que permite a las mexicanas votar en las elecciones federales: 20 de octubre de 1953. Se ha discernido ocho veces, ocasiones en que, entre otras, la han recibido Carmen Aristegui, Esperanza Brito, Lydia Cacho, Rosario Ibarra, Marcela Lagarde, Cecilia Loría, Margarita Luna Ramos, Esther Orozco, Elena Poniatowska, Olga María Sánchez Cordero.

Anteayer se realizó la nueva entrega. Encabezó el acto la directora del Instituto organizador, Malú Micher, que debería estar del lado de las premiadas pero no puede ser juez y destinataria. La acompañó el procurador Miguel Ángel Mancera. El hecho de que estuviera anunciado en su lugar el secretario de educación Mario Delgado y lo reemplazara Mancera es parte del juego escenográfico del jefe de gobierno Marcelo Ebrard, por el cual sus funcionarios son presentados en sociedad, en ámbitos ajenos a sus labores, por si deciden buscar la candidatura al gobierno local capitalino.

Pero esa es anécdota circunstancial. No lo es el que se reconozcan las aportaciones de 26 mujeres cuya tarea deja su sello propio en el desarrollo de la sociedad no sólo del DF (aunque sea su administración la que confiere la presea) sino en ámbitos más dilatados. Es imprescindible citar a todas las recipiendarias de la distinción: Elena Azaola, Marta Teresita de Barbieri, Marísa Belausteguigoitia, Elena Cepeda, Gabriela Delgado, Anilú Elías, Paola Espinosa, Julieta Fierro, Magdalena García, Marisa Iglesias, Eugenia León, Leticia López, Adela Micha, Rosa María Mendoza, Alejandra Moreno, Regina Orozco, Alondra de la Parra, Marta Patricia Patiño, María Julia Pérez, Lucía Pérez, María Eugenia Romero, María Cristina Safa, Karla Michel Salas, Pilar Sánchez, Cecilia Talamante y Lourdes Valenzuela.

Son mujeres dedicadas al arte, la ciencia, el deporte, la comunicación, el activismo social y político. Cuentan con reconocimiento a su condición de personas notables en ambientes donde todavía prevalece la discriminación y aun las agresiones. Su éxito, sin embargo, es al mismo tiempo muestra de los espacios que es preciso abrir en pos de la verdadera equidad.

Al pensar en estas mujeres logradas, pienso por contraste en otras que viven tribulaciones resultado de un machismo agresivo. Me detengo en tres casos, de distinta naturaleza. Uno se refiere a la cancelación de un proyecto de información feminista. Y los dos restantes están protagonizados por mujeres presas, víctimas de maquinaciones que se facilitan por su condición femenina, y cuya libertad es urgente, no sólo para poner fin a la ilegalidad sino también para que su integridad y aun su propia existencia, no queden en riesgo.

Ha dejado de aparecer el suplemento feminista Todas, del diario Milenio, que se sostenía con publicidad buscada por su directora Cristina Renaud, y aportada por instituciones como el Instituto Nacional de las Mujeres, que se comprometían a abstenerse de participar en las decisiones editoriales. Según lo comunicaron asociaciones feministas, en un mensaje titulado Todas somos todas, el “20 de septiembre Cristina decidió abandonar este entrañable proyecto…debido a lo que consideró una intromisión indebida y excedida de…Inmujeres en los contenidos editoriales de la publicación.

“La labor realizada por Todas para difundir y promover la igualdad de género en nuestro país, ampliando el conocimiento de los instrumentos internacionales de los derechos humanos de las mujeres, robusteció la opinión pública a favor de las causas de las mujeres, que son la causa de Todas, de todos y de la democracia. Todas es perdurable por el compromiso social y la dirección de Cristina Renaud,… (Enfoque, 10 de octubre)

María Parres Murillo estaba recluida en el Centro femenil Tepepan, cuando descubrió una práctica perversa a la que rehusó sumarse cuando lo presionaron para hacerlo: en los penales varoniles opera una red de prostitución femenina a que se obliga a ingresar a mujeres presas. Por si fuera poco, autoridades judiciales y carcelarias, así como custodios de los reclusorios para mujeres son los operadores de esa red que, denunciada por la dignidad y el valor de María Parres ha suscitado una recomendación de la Comisión de Derechos Humanos del DF, aceptada ya por el gobierno y el Tribunal Superior de Justicia del DF, que superó su renuencia inicial y actúa ya en consecuencia. Más vale que lo haga, porque la gallarda denunciante fue golpeada en su celda por seis de sus compañeras, por lo que fue trasladada a otro penal.

María Elena Guerrero Escamilla está presa en la cárcel femenil de santa Marta Acatitla hace más de tres años, acusada de haber sustraído dinero que estaba a su cuidado en la Comisión Federal de Electricidad. Era cajera de esa “empresa de clase mundial”, y descubrió que desde su computadora y con su contraseña se habían transferido recursos a cuentas particulares. Dio el aviso correspondiente y acudió al Ministerio Público por instrucciones de sus jefes. Allí pasó de denunciante a denunciada. Se le acusó del desfalco descubierto por ella y que asciende a más de 300 millones de pesos. Su prisión deriva de actos de corrupción destinados a ocultar actos de corrupción, no infrecuentes en la CFE.

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