miércoles, 13 de octubre de 2010

Noventa minutos - Jesús Antonio Camarillo - Analista político


La Primera Dama, Margarita Zavala, no desaprovechó su estancia aquí para observar la materialización del más reciente proyecto para “limpiar la imagen de Juárez” y asistió al partido entre las selecciones de México y Venezuela.

¿Alcanzarían noventa minutos para olvidar los siete mil muertes violentas que la ciudad acumula en lo que lleva el periodo de la lucha contra el narcotráfico en este sexenio?

¿Bastaría una gambeta del carismático Chicharito o de Gio para olvidar los 14 homicidios del lunes?

Seguramente el Presidente (quien no alcanzó a llegar al partido después de participar en la evaluación del programa “Todos somos Juárez”) y su esposa pensarán que la gente alegre y contenta que se reúne en el estadio Benito Juárez es algo así como la muestra representativa de la población de Ciudad Juárez. Si el estadio ríe, Ciudad Juárez ríe. La gente reunida en el estadio enclavado en el histórico parque del Chamizal será para Calderón una especie de microcosmos de la gente de Juárez. Y así saldrá ante los ojos del mundo. Es la apuesta inmediata del gobierno federal para lavar la imagen de Juárez. Una ciudad que es mayor que sus problemas, dirán los políticos empedernidos, al terminar el encuentro, alegres y sonrojados por las espirituosas consumidas.

Vaya espectáculo, toda una pseudopolítica de Estado que intenta depositar en las piernas de once jugadores la percepción de una ciudad, cuya cruda realidad estará muy alejada de la imagen televisada en los canales estelares de la televisión abierta.

Pero ellos se engañan a sí mismos, lo que diga la caja idiota será contradicho por los millones de “twitteros” y cibernautas en sentido lato, que día con día dan cuenta de la terrible pesadilla que viven los juarenses.

No se trata de darle pan y circo a nuestra gente. Eso a estas alturas no les importa a las autoridades federales. Se trata de decirle al mundo que la gobernabilidad sigue de pie, aunque sea una mentira, y que todavía podemos vivir y gozar a través de un éxtasis de noventa minutos, más los que agregue el árbitro. Se trata de restregarle al mundo en la cara que veinte mil juarenses pueden convivir todavía, en un espacio restringido, por noventa minutos, sin que se desate una masacre en plena cancha.

Un poco también mostrarle al mundo que, en virtud de los recientes cambios locales de gobierno, las tres esferas trabajarán, finalmente, en forma coordinada, sin fueras de lugar o posiciones adelantadas. Y que, finalmente, el futbol los une en franca fraternidad y nueva camaradería interorgánica.

Juárez agoniza. Así dice el encabezado de El Diario en su edición de ayer, luego de que diversos especialistas y dirigentes de cámaras empresariales aluden a los efectos de violencia en el desarrollo económico de la frontera. Y al gobierno federal y a la “gran iniciativa” de ciertos personajes locales lo único que se les ocurre es maquillar un poco al enfermo terminal y llevarlo a asolear al parque.

Si en verdad se quiere revertir la imagen de la ciudad, hay que arrojar resultados. Entonces, para empezar y sólo para empezar: que se aminore la desigualdad social histórica que México padece; que la procuración de justicia funcione; que no se hable de penas vitalicias para secuestradores en tanto no se arrojen resultados en la persecución de este grave delito; que se erradique, en suma, la impunidad. Que se capacite a los ministerios públicos. Que se cambie al procurador general de la república más deficiente de todos los tiempos y que el programa “Todos somos Juárez” no se entienda jamás como “Todos somos la selección mexicana”.

Y algo más, que a nivel estatal los otros dos poderes públicos –legislativo y judicial– dejen de aplaudir todo lo que se le ocurre al nuevo titular del ejecutivo y que empiecen a rescatar la dignidad republicana que trae consigo un mínimo equilibrio en el ejercicio del poder.

En corto y por lo pronto, por salud mental, prefiero ver el deslinde de la inédita remontada de los Rays de Tampa Bay sobre los Rangers de Texas. Apuesto por Tampa. Ya hoy me enteraré, por El Diario, cuántos metió la mini leguminosa del Manchester y qué tanto aportó para limpiar nuestra imagen.

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