jueves, 23 de septiembre de 2010

Astillero


Cápsulas del tiempo

Ilusiones ópticas

Futurismo rector

Política piramidal

Baraja azteca

Julio Hernández López


Lo electoral se ha sobrepuesto a las necesidades de corrección inmediata de un sistema político y de gobierno en crisis. El tamaño de las descomposturas institucionales es enorme, pero no parece haber tiempo más que para los cálculos y las trapacerías relacionadas con 2012. Felipe Calderón no tiene más poder que el de las armas, pero en la obsesión de una continuidad a toda costa trata de modelar ya no el presente administrativo que de las manos se le ha ido, sino el proceso electoral de sucesión en el que le va la seguridad personal y familiar, cuando menos. Los partidos, en especial el PRI y el PRD, así como el movimiento lopezobradorista, recorren los senderos formales de la lucha por el poder, confiados en alcanzar el horizonte tradicional de la democracia acotada, aun cuando es evidente que el tic tac nacional no garantiza que el tiempo alcance para rituales de civilidad entre despojos de guerra. En esa ruptura descansa buena parte de las claves para entender el porvenir: la realidad desastrosa de hoy frente a las propuestas de cambio para el mañana; la creciente insatisfacción de la base social frente a los juegos elitistas de poder; lo diario que sin tregua se deshace, frente a las urnas prometidas que parecen muy lejanas.

No hay propuesta del gobierno federal para su último tercio que no sea la guerra sangrienta y cada vez más repudiada. Calderón ha debido reconocer que México está sobreviviendo a los planes pinoleros de exterminio, y ya no le queda sino sobrellevar las cosas, apretando en el uso de la fuerza y aceptando a regañadientes su inviabilidad política. Así es como hoy se desliza en protocolos cívicos, aparentando coincidir con lo que pretendió aplastar. Por ejemplo, en los festejos del centenario de la casa de estudios que ha sido guía del país, la UNAM, a la que él, Calderón, y su equipo cercano pretendieron disminuir y asfixiar, convencidos de la supremacía de las instituciones privadas de educación superior, especialmente la Escuela Libre de Derecho y el ITAM, que han sido los principales productores de cuadros directivos para el felipismo contrahecho.

La ilusión óptica de que el sistema político camina, y que acaso podría proveer de soluciones al presente caótico, lleva a la feria de comparecencias, actos públicos, declaraciones y ceremonial. Pero nada camina ni se soluciona: los políticos y la política tradicionales son, hoy, espectros con corbata, fantasmas con presupuesto, pretensiones sin sustancia. Lo mismo los acosados y acusados funcionarios federales que asisten a sesiones legislativas federales a repetir letanías mentirosas y a escuchar tibias adhesiones de sus presuntos correligionarios panistas y la sabida y previsible catarata adversa proveniente de los opositores. Lo mismo en San Lázaro que en el Senado, o en el desfile protocolario del Señor de Los Pinos que anuncia con toda solemnidad que el mes venidero tendrá un plan eficaz para proteger a los periodistas mientras su secretario de gobernación hace saber que ya merito es presentada la iniciativa de reformas legales que según eso someterán a los militares al fuero civil en el caso de “algunos” delitos cometidos contra quienes no forman parte de las corporaciones castrenses. Anuncios para ganar tiempo, proyectos de amplitud propagandística y limitaciones prácticas. Igual sucede con los golpes burocráticos que tratan de generar la impresión de que algo se hace en materia de migración, luego del asesinato de 72 personas en un rancho de Tamaulipas: cambios en la subsecretaría del ramo, más discursos y más intenciones presuntamente buenas.
Pero lo importante para los políticos de la catástrofe son las próximas elecciones, mientras el país se hunde, inunda e incendia. Salvo la campaña a contracorriente que realiza López Obrador, el resto del elenco futurista transita por los carriles cómodos de la política piramidal. Los panistas, atenazados por un jefe rijoso que parece empecinado en no permitir el crecimiento real de ninguna opción, como si el único candidato deseado fuera el mismo que hoy está en el poder, entrampado por prohibiciones releccionistas que en todo caso podrían ser derribadas por situaciones de emergencia, por un estado de excepción. Los priístas, angustiados por sostener la apariencia de que su construcción mediática tiene sustento político firme y no pies de barro, que el gobernador Peña Nieto tiene la fuerza y astucia suficientes para impedir que el soplo taimado del lobo Beltrones tire la casa de paja y obligue a redefiniciones apresuradas.

En el flanco izquierdo las cosas son parecidas. Muy solemne, como si de verdad, Carlos Navarrete declina la postulación que había hecho de sí mismo para ser candidato presidencial por el PRD, y dice que los únicos personajes con calificación para ese propósito son Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador. Cuauhtémoc Cárdenas, por su parte, asoma para reconocer que su hijo, Lázaro, está preparado para ser aspirante a Los Pinos por el PRD, mientras un senador michoacano del sol azteca “destapa” para el 2012 al antecesor de Leonel Godoy. Sale Navarrete y entra Lázaro a la baraja, en un escenario que pretende cerrar el camino a la opción tabasqueña y construir alianzas “civilizadas”, por ejemplo Ebrard y Batel, el primero a la Presidencia y el segundo con garantía de integración a un futuro gabinete, sobre todo después de que otra carta de negociaciones, como sería el ex rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, está siendo considerado por el PRI para buscar la jefatura del gobierno capitalino.

Y, mientras el secretario Bla, Bla, Blake es interrumpido por electricistas que le exigen cumplimiento de promesas, y en Ascensión, Chihuahua, los pobladores dan de baja a los policías, ¡hasta mañana, con los panistas cumpleañeros y el discurso felipista del paso de la “oposición responsable” al “gobierno transformador” y la nueva bandera de oportunidad: el 68 recuperado discursivamente por el diazordacismo reciclado!

Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

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