miércoles, 25 de agosto de 2010

Francisco Rodríguez Pérez Economista y Analista político

¿Y ‘El Jefe’ Diego?

Más de tres meses después de ocurrido el secuestro de Diego Fernández de Cevallos, sigue siendo un caso oscuro, negro, espeso, muy denso, resultado del ambiente de guerra provocado desde la Presidencia de la República.

En el lapso de las nueve semanas posteriores al hecho que debió conmocionar al panismo, por lo menos, han pasado algunos hechos trascendentes, como el rechazo mayoritario y evidente que los mexicanos mostramos en las urnas, a la guerra presidencial; el nombramiento de un nuevo secretario de Gobernación; y, por desgracia, las primeras muestras del terrorismo negro, indiscriminado y sin límites, que ya dejó ver sus efectos, para variar, en Ciudad Juárez.

Ante el fracaso de Gómez Mont, socio, amigo, compañero y subordinado de ‘El Jefe’ Diego, la esperanza estaba depositada en un sucesor que debiera estar a la altura de las circunstancias que demanda el país.

No fue así. La Secretaría de Gobernación, como la propia Presidencia, está rebasada por los acontecimientos. El nuevo miembro del gabinete lo dice todo, y desde su discurso termina por sepultar toda esperanza. Es un nuevo ropaje, un nuevo rostro, para la desvencijada, corroída y fracasada estrategia que se llevó.

En estos meses sin Diego, ya hubo elecciones, ya hubo nuevo secretario, ya tuvimos la imagen terrible de los “coches-bomba”. ¡Qué más esperan, el señor Presidente Calderon y sus asesores!

La familia Fernández, hasta donde se sabe, sigue en la supuesta negociación, con el precio del rescate del ex candidato presidencial; las autoridades civiles y militares a la expectativa, si no a la zaga, y un panismo “maiceado” incapaz de reaccionar ante la desgracia de uno, quizá el único o el más grande de sus miembros y dirigentes contemporáneos, si continúa con vida.

¿Y Diego?

Si todavía sigue con vida, está lastimado, y quizá muy lastimado. Le quitaron un chip de localización satelital, que sólo debieron conocer sus íntimos. Hay visos de complot y traición. Pero eso no parece conmover a la dirigencia panista por los antagonismos internos en las altas jerarquías de ese partido.

Ante la posibilidad de un trágico suceso, era de esperarse una reacción valiente, frontal, exigente desde el panismo. Pero ni la hubo, ni la hay, y quizá ni la habrá. Uno esperaría, por tratarse de quien se trata, la inmediata y decidida acción de un panismo, que, sin embargo, se durmió en los laureles viendo como se trata, desde el poder, la desgracia de uno de sus líderes más visibles y definitorios.

Diego, con todo y sus características, con todo y su panismo a cuestas, es un mexicano en desgracia. Y eso debiera conseguir la conmiseración de un pueblo sufrido, humillado, llevado hasta la desesperación por las crisis provocadas o desatendidas desde el poder.

Diego es una estadística, una más en la larga lista de víctimas, directas o indirectas, de las acciones y omisiones presidenciales.

Diego se une, en su desgracia, al pueblo que sufre las consecuencias de la ineptitud y el desgobierno; un pueblo en la miseria, metido a la fuerza en la peor crisis económica y de seguridad en su historia “bicentenaria”. Un pueblo que, ante la total impunidad, ha perdido su libertad.

El miedo, el terror, las más de 25 mil víctimas mortales en el país, con las secuelas de orfandad, pobreza, abandono, destierros, tristeza y depresiones que ello implica, hasta la inviabilidad económica, son la imagen de México.

Aún hay más: En los días que este país ha pasado sin Diego, la supuesta batalla presidencial contra el narco y el crimen organizado, ha mutado hacia confines mucho más peligrosos y amenazantes. Este país sin Diego, empezó a ser el país de los coches-bomba.

Es el terrorismo pleno. Es el terrorismo que aniquila, que mata, sin ton ni son, es un terrorismo negro, sin más objetivo que matar indiscriminadamente. Es el terrorismo que sólo habíamos visto en países y regiones que compiten por aniquilarse, por destruirse, por desaparecerse de la faz de la tierra.

Necesitamos más voces que insistan en el desarrollo humano y justo, capaz de disminuir la inseguridad social y ciudadana. Voces que insistan que los conflictos ya no se resuelven por la vía militar o policial, sino por procesos de negociación, con salidas políticas, con una agenda de transformación para el futuro y el apoyo internacional.

Más voces que exijan la “seguridad humana”, esa que pone el acento en la gente y las comunidades, en los civiles que se encuentran en situaciones de extrema vulnerabilidad, sea en contextos de guerra o de marginación.

Más voces que insistan sobre las políticas de seguridad, para un mundo con sociedades más seguras, y sobre los factores que causan inquietud, temor e inseguridad a la gente y a los Estados, como es el terrorismo, hoy convertido en una amenaza para los mexicanos.

‘El Jefe’ Diego es, hoy por hoy, una más de las víctimas de un panismo ensoberbecido desde el poder. Un panismo, dubitativo e insensible, que no merece ni la pena de los mexicanos.

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