lunes, 14 de junio de 2010

Astillero


Astillero
Ponerse la negra
Evasión futbolera
¿Campañas, elecciones?
Reino de arrepentidos
Julio Hernández López


Ruedan cabezas como balones, mientras el embrujo televisivo mantiene la atención atada al mundialista ir y venir de pies. Inmersión profunda a la distracción deportiva que relega e incluso borra los pasajes realmente importantes de la grave descomposición nacional. Borrachera futbolística evasiva a sabiendas de que la cruda empezó desde antes de la embriaguez. El falso profeta Aguirre sigue machacando desde las pantallas con su cantaleta mediocre en contra de la mediocridad, con sus cantos de presunta reavivación nacional desde las chequeras empresariales de los beneficiarios de la desgracia a cuyas reacciones sociales violentas se pretende conjurar con esas predicaciones de superación personal/nacional. Viaje inaugural de pisa y corre del trágico Felipe salado que mantiene una sonrisa de utilería mientras la sangre sigue corriendo sin control en el país que llega a una cifra histórica de muertos al mismo tiempo que su selección de futbol empata sin gloria en Sudáfrica. Diecinueve asesinados en la ciudad de Chihuahua, veinte cuerpos esparcidos en colonias de Ciudad Madero, balacera con varios muertos en un centro comercial de Tepic, más lo que se acumule conforme las teclas van captando aquí y allá los fúnebres botones de muestra. Por ello es que la verde futbolera ha quedado justicieramente en negra: es el color distintivo del México de hoy, junto con el rojo sangre.
Además del balompié y las ejecuciones, enfrentamientos y asesinatos, por la cancha mexicana rueda algo que llaman elecciones. Personajes socialmente poco identificados, aunque ellos multiplican en propaganda sus nombres oficiales y sus referencias de cárteles partidistas, juegan a aparentar que en este país desconchinflado hay una ilusión vigente que puede identificarse mediante la palabra democracia. Formalmente están en campaña y técnicamente los ciudadanos decidirán los resultados de esas contiendas convenencieramente idealizadas, pero lo cierto es que el poder real, el poder del narcotráfico –que se ejerce desde los dos flancos complementarios del mismo negocio, desde lo institucional y lo confesamente delincuencial–, es el que definirá la conformación de los nuevos escenarios de representación “popular”. Los encuestadores del Inegi pueden ya dar atemorizada cuenta de lo que va sucediendo en el país, donde hay zonas extensas que no aceptan ninguna forma de asomo de lo gubernamental, así sea en la envoltura tradicional del levantamiento del censo de cada diez años. Ofensas, rechazo, amenazas e incluso golpes en algunos casos. El narcopoder controla partidos y dirigentes, quita y pone candidatos, financia campañas desbordadas, suelta ríos de dinero para los operativos electorales del domingo de urnas e inhibe la participación social en la vigilancia y desarrollo de esos momentos electorales cumbres.
Pero el reino de la política mexicana es de los arrepentidos. Chucho Ortega y Manuel Camacho llegan al límite largamente sabido de la telenovela sucia llamada Greg, sin opción de mantenerse en la competencia más que cambiando de candidato, como se les advirtió desde que inició el proceso de desenlace tan cantado. Más se tensó ayer con un accidente aéreo el escenario en el que ciertos grupos políticos se pelean el control del estratégico estado cuyo punto más conocido es Cancún. A la hora de cerrar esta columna un vocero oficial de la campaña del priísta Roberto Borge aseguraba que éste no había viajado en la nave accidentada y que estaba en su casa, a salvo, pero aún no se conocían nombres y saldo del desplome. Como si faltaran motivos para la especulación política en esa entidad agitada.
Otras demostraciones de arrepentimientos y enredos: César Nava también tiene agravios por reclamar y se lanza contra el IFE que según eso ahora daña los intereses del partido blanquiazul que se hizo del poder gracias a ese instituto de subastas políticas. Y en Oaxaca el ulisismo recurre a una ficha desgastada para tratar de sostener la ronda electoral en el plano del pitorreo: el ingrediente Juanito, que alguna vez pretendió asumirse como factor contestatario, es metido a las danzas faranduleras en favor del apocado Eviel Pérez Magaña. Y en Sinaloa el PRI, por voz de Beatriz Paredes, se hace el desentendido de las acusaciones panistas de que se está desestabilizando el proceso electoral, sobre todo luego que una bomba molotov habría sido lanzada contra oficinas municipales del partido blanquiazul.
Y Santiago Creel Miranda se arrepiente de sí mismo y supuestamente restaurado se asoma al balcón 2012 con la idea de ser opción, tal vez hasta perreánica. Ayer, por ejemplo, defendió las alianzas entre PAN y PRD, que López Obrador había descalificado antes, augurando carro completo del priísmo. Creel cree posible que confluyan en él Vicente Fox y Manuel Espino, sus promotores actuales, con lo que sobreviva del calderonismo más el perredismo chucho y una supuesta corriente “ciudadana”.
Reunidos en uno de tantos encuentros binacionales de legisladores que no llegan nunca a acuerdos trascendentes, meros ceremoniales de rutina, mexicanos y estadunidenses aceptan que el Tratado de Libre Comercio ya no funciona como se supuso (“rancio”, lo definió alguno de ellos), pero creen que de cualquier manera hay que mantener las cosas como están. Un destacado senador demócrata, Christopher Dodd se permite, en cambio, manifestar su asombro por el increíble número de muertes que en México ha producido la supuesta guerra contra el narcotráfico, cuya conceptualización rechazó: “Esto no es una guerra, es un problema que seguirá existiendo en el futuro”. 
Y, mientras continúan la huelga de hambre de los electricistas y la resistencia de los mineros, ¡hasta mañana, en esta columna que se compadece de las enormes pérdidas acumuladas por la casa de asistencia social denominada Grupo México, a cargo del filántropo Germán Larrea, por el cierre de minas de su propiedad!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

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