miércoles, 24 de febrero de 2010

La frustración de Salinas :



Estrictamente Personal

February 24, 2010— 12:00 am
Carlos Salinas reapareció en público pero ya no tembló, ni sucedió nada extraordinario, ni la clase política detuvo la respiración. Su influencia está a la baja, por lo cual ha estado tratando de restablecer viejas relaciones que se habían marchitado porque lo habían traicionado o él había traicionado. Quienes han hablado con él en semanas recientes lo siguen viendo muy al tanto de lo que sucede en México y el mundo, muy actualizado de la política y la economía, pero sin el acceso al poder que tenía hasta hace no mucho, ni provocar ese halo de admiración y temor que le inyectaba fortaleza.
Hace un año se consideraba a sí mismo un facilitador que impediría que en la carrera por la Presidencia se pelearan el gobernador Enrique Peña Nieto, el senador Manlio Fabio Beltrones y la líder nacional del PRI, Beatriz Paredes, que pudiera poner en riesgo el regreso del PRI a Los Pinos en 2012. Con Peña Nieto se dejaba ver, se placeaba, proyectaba la impresión de que él era su proyecto para la Presidencia y que él lo abrigaba. Con Paredes mantiene una relación estrecha, y con Beltrones, con quien se distanció tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, se acercó en noviembre y mantiene una relación fluida. Inclusive con su superasesor José Córdoba Montoya, con quien peleó en 1994 y lo envió fuera del país, ha vuelto a reencontrarse, así como con la maestra Elba Esther Gordillo, con quien se enemistó hace un par de años.
Pero del Salinas omnipresente sólo queda el recuerdo. Para quienes están anclados en una vieja percepciones, es factor real de poder. Para quienes conocen en detalle cómo está el enjambre de grupos dentro del PRI, saben que su fuerza es relativa. Ni siquiera algunos de sus más cercanos durante su administración quieren estar cerca de él hoy en día. Cuando los convocaba hasta hace no mucho, dice uno de ellos, “nos trataba como si estuviéramos en sesiones del gabinete. Nos preguntaba qué pensábamos de tal o cual tema y cómo se podría resolver”. Empezaron a dejar de ir, salvo el que nunca faltó, Francisco Rojas, coordinador de la bancada del PRI en el Congreso.
Salinas parece necesitado de atención y ha perdonado a los más cortesanos. Uno de ellos es Emilio Chuayffet, quien después de alabarlo hasta el último día de su sexenio, le dio la espalda como secretario de Gobernación de Ernesto Zedillo. Años después, Chuayffet fue a pedirle perdón y a decir que lo había engañado Zedillo. Salinas no sólo lo perdonó, sino que se ha convertido en uno de los políticos más cercanos a él. Con quien no puede reconciliarse, y difícilmente llegará a ese estadio, es con Zedillo, quien frustró su ambición de convertirse, como en un momento le dijo a John D. Negroponte, cuando era embajador de Estados Unidos en México, “en el mejor presidente en la historia” nacional, y de asegurar su vida transexenal con la presidencia de la naciente Organización Mundial de Comercio, cuyo cargo se le cayó cuando se vio involucrado en una serie de escándalos donde su sucesor persiguió a la familia Salinas y metió a su hermano mayor en la cárcel.
Ese odio hacia Zedillo lo nubla y lo limita, aunque no termina de darse cuenta. Sus dos libros apologéticos de su administración llevan una dosis de rencor hacia su sucesor, lo que nubla la calidad intelectual de la obra. Ese odio hacia Zedillo ha provocado un distanciamiento con quien veía como su proyecto, Peña Nieto, quien tiene como un amigo indivisible hoy en día en su vida cotidiana a Jaime Camil, el empresario y proveedor de la Secretaría de la Defensa que intimó como nadie pudo hacerlo jamás con el ex presidente Zedillo.
A Salinas no le gusta la cercanía de Peña Nieto con Camil, y ha comenzado a circular la especie que ya no lo está viendo con la misma fuerza. Dice que en caso de que su candidatura se debilite, tiene que abrir opciones. Dentro del PRI hay quien sabe de dos jóvenes políticos, del mismo corte de Peña Nieto, a quienes les ha comenzado a decir que ellos podrían ser un plan alternativo si el gobernador mexiquense se quedara en el camino. Uno es el gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina, y otro es el presidente municipal de Huixquilucan, estado de México, Alfredo del Mazo.
Medina está convencido de que sí puede ser el caballo negro del PRI, de acuerdo con priistas regios, al grado que ha seguido fielmente la sugerencia de que no tiene que moverse ni hacer nada que lo coloque en una situación de riesgo. Esa actitud lo ha semiparalizado, convirtiéndolo, en los ojos del priismo central, en una decepción como gobernante. El caso de Del Mazo es intrigante. Hijo de un enemigo declarado de Salnas, quien como miembro del gabinete de Miguel de la Madrid fue uno de los contendientes que dejó en el camino rumbo a la candidatura del PRI a la Presidencia, no se entiende la lógica salinista, salvo que el objetivo sea causar un dolor de cabeza a Peña Nieto.
Alfredo Del Mazo padre es el principal asesor del gobernador mexiquense, y su hijo parece tener un largo futuro más allá de 2012. Medina, curiosamente, también está cerca de la familia Del Mazo, a través de Alejandro, un hijo menor que es su representante en el Distrito Federal. Todos ellos tienen fuertes conexiones personales con el ex gobernador de Nuevo León, Natividad González Parás, con quien Salinas trae una factura qué cobrar desde que optó por Zedillo en lugar de él.
La disminución de poder de Salinas no lo hace menos perverso y manipulador. Lo está haciendo con sus juegos de espejos en Nuevo León y el estado de México, y en la reconstrucción de sus viejas relaciones. No engaña a todos, pero sí a los suficientes que lo siguen viendo como un gigante. Los más sazonados en la política saben que Salinas no es el factor decisivo para 2012, pero que definitivamente, ruido y confusión, si puede crear.
rrivapalacio@ejecentral.com.mx
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