domingo, 27 de diciembre de 2009

El arzobispo, Mariana y lo “natural”


Historias del más acá



Carlos Puig




Me parece absolutamente normal la ira del cardenal Norberto Rivera por la aprobación en la Asamblea del Distrito Federal de los matrimonios entre homosexuales, y con ellos la posibilidad que una pareja integrada con personas del mismo sexo adopten como familia a un niño.

No parecen muy cristianos, sin embargo, los adjetivos: “aberración”, “perversión”; y es por supuesto falsa, aunque eficiente por demagógica, la lógica de que se ha afectado el derecho de los niños a tener un padre y madre. Para empezar, un niño que se entrega en adopción, ya no tenía padre o madre; por eso se da en adopción, no al menos un padre o madre que lo quisiera criar.

Pero, insisto, me parece normal lo del cardenal. Para la doctrina, el matrimonio es un sacramento estrictamente diseñado para una relación heterosexual, con fines de procreación. La doctrina de la Iglesia católica respecto a los homosexuales es claramente prohibicionista. Aun cuando acepta la prevalencia de la homosexualidad en el tiempo, la geografía y las especies, califica como “pecado” los actos homosexuales. Y al señor Carrera, que trabaja para esa iglesia no le queda más que defender a rabiar el dogma.

Más allá, pues, de lo que uno pueda pensar de la posición de Rivera Carrera, no está más que haciendo su chamba con base en lo que dice su manual corporativo.

Más complicado, o más se está complicando, el PAN. Los blanquiazules han tenido a lo largo de su vida política una posición conservadora frente a los homosexuales, más no, como la Iglesia, prohibicionista. Transitan sin problemas entre la tolerancia privada y la desaprobación pública. En general nunca han creído en la persecución de los homosexuales, legal o moral, pero prefieren desincentivar, como política pública, la exhibición de la homosexualidad.

Esta posición tiene mucho que ver con su fundador, Manuel Gómez Morín y su relación con su propio catolicismo. Así lo ha escrito Alonso Lujambio, excepcional historiador de las ideas panistas: “Gómez Morín nunca negará su condición de católico, pero su catolicismo hacia 1926 no gravita sobre él de modo tal que vea al mundo, y al mundo político especialmente, desde la perspectiva religiosa. Las anteojeras con que Gómez Morín observa el mundo político a mediados de la tercera década del siglo XX no son las anteojeras del católico. Para entonces ya viajó al extranjero y convivió con otras culturas. Le obsesionan los problemas sociales y sus posibles soluciones técnicas”.

Siendo el PAN un partido conservador, con una importante masa de católicos, no es en principio un partido católico. Sin embargo, en los últimos años, se ha incrementado el activismo e intento de “secuestro” del partido por parte de una base y dirigencia católica, ultraconservadora, que obliga al liderazgo en turno a caminar la delgada línea entre su tradicional liberalismo social y las posiciones más extremas. Y no siempre se puede. En su oposición al matrimonio gay, la línea se hizo resbaladiza y los hizo caminar de una supuesta defensa de principios constitucionales, a otra supuesta defensa de los niños, a la confesión de su alineación con la doctrina católica prohibicionista.

Así sucedió con Mariana Gómez del Campo, lideresa del PAN en el DF, en una conversación en W Radio, con quien después de decirme que aunque ella era católica, apostólica y romana, su oposición al matrimonio gay y la posibilidad de que ese matrimonio adopte no tenía que ver con la religión, sostuve el siguiente dialogo:

—¿Tú crees que una pareja de homosexuales no puede dar amor y criar un hijo como tantos heterosexuales?

—Bueno, yo lo que quiero decir y quiero dejar muy en claro, y esto no lo digo yo, esta es una realidad… lo natural…

—El de “lo natural” es un argumento de la Iglesia católica —la interrumpí— que no tiene la verdad más que para ustedes que creen en ella, Mariana. Lo natural es que haya homosexuales ¿no?

—Pero eso no es natural…

—¿Lo natural es que existan homosexuales también? ¿O son una perversión?

—Yo no lo llamaría lo natural…

—¿No es “natural” la homosexualidad?

—Creo que tenemos posiciones encontradas, que es un debate que podríamos… que podríamos entrarle y discutirlo durante horas, yo lo que quiero decir es que efectivamente, lo natural, le guste o no a la gente, lo natural es una relación hombre y mujer aunque la realidad es que hay relaciones entre hombre-hombre y mujer-mujer. Te quiero decir Carlos, sí quiero dejar muy en claro: no es natural, efectivamente, si se piensa porque finalmente uno de los puntos es la procreación, si se busca fundar una familia biológicamente hablando, pues definitivamente que no es natural.

A final de cuentas, el argumento de la Iglesia. De una iglesia, es el del PAN.

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