viernes, 23 de octubre de 2009

Astillero


Coartadas efectistas
Suspender, exagerar
Huertas legislativas
Julio Hernández López

Reacciones sobredimensionadas para transferir culpas a las víctimas. Suspender tramposamente una sesión de diputados y la emisión de un noticiero radiofónico para crear una sensación de desbordamientos peligrosos que deben ser enfrentados con mano dura. Nada de lo que se les haya dicho ayer a Javier Lozano y Joaquín López Dóriga tiene comparación con lo que desde sus respectivos ministerios han realizado contra los movimientos sociales, la disidencia y el verdadero derecho a la información.
Pero el sabidamente represor Francisco Ramírez Acuña llegó a San Lázaro, de la ceremonia de imposición de la medalla Belisario Domínguez en el Senado, con la consigna felipista de dar por terminada la reunión formal de diputados con el secretario del trabajo patibulario y así lo hizo, a trompicones y con abuso, para abonar material a las pautas facturadas de polarización social inducida contra los miembros del Sindicato Mexicano de Electricistas. Las palabras, el discurso, las ideas, fueron hortelanamente condenadas al inframundo el mismo día del recuerdo oficial de la valentía del senador Belisario Domínguez. El gobierno huertista de hoy aplaude al extinto practicante del derecho a hablar y denunciar a los poderes arbitrarios e ilegítimos, pero fabrica estados risibles de emergencia legislativa para darle salida al entrampado (Ja)V(i)erdugo Lozano y dar una vuelta más a la tuerca de la represión de primer nivel que pasa por el desdén, la calumnia, el cierre de vías institucionales de litigio y diálogo, la campaña mediática de satanización y la culpabilidad asignada en episodios como el de ayer en San Lázaro, visitado por el héroe de Luz y Fuerza y presidido en un primer tramo, en ausencia de Ramírez Acuña y mientras él llegaba, por otro prócer, el de Pasta de Conchos, el impune Francisco Xavier Salazar Sáenz.
La oportuna conjugación del sobrecargado verbo suspender llegó también a las instalaciones radiofónicas desde las que Joaquín López Dóriga completa su ciclo diario de periodismo de poder. Trabajadores del SME que diariamente son colocados en el banquillo de los acusados y sentenciados a muerte laboral y social se presentaron a las afueras de esa empresa para exigir que se les permitiera defender sus puntos de vista, informar de su legítimo movimiento y contradecir las acusaciones persistentes. López Dóriga aprovechó la oportunidad para construirse una coartada aparatosa, un recurso efectista, un show preventivo: ¡suspender su programa un minuto antes de que terminara! El que diariamente vocifera, juzga, sentencia y manipula, ahora se victimizó para no dar tribuna a quienes desoye. Aprovechó una manifestación pacífica para decretar que quienes exigen ser escuchados, y denuncian mentiras y linchamientos, agreden la libertad “de expresión”. Así eludió las exigencias de pluralidad, apertura y equilibrio en su noticiero radiofónico que, como la gran mayoría de los que se maquilan en esas grandes alturas empresariales, salvo las excepciones que saltan al oído, se han convertido en tribunas al servicio de las ideas y los propósitos de los poderes reales de este país, con “comentaristas” y editorialistas cargados a un solo lado (listas aprobadas por la Secretaría de Gobernación y Los Pinos), con aires de infalibilidad y respetabilidad tales que regañan a los políticos, censuran a los funcionarios y hablan de los poderosos como si no formaran parte también de ese tinglado, de esa estructura injusta y ofensiva.
La exageración de la estrella de Televisa es reconocible en sus propias palabras ante Ciro Gómez Leyva, según fueron consignadas ayer en el portal de Radiofórmula: “Insistían que querían entrar al aire, y lo que señalé, esos no son modos”. Ante tales violaciones flagrantes al manual radiofónico de Carreño, el periodista decidió anticipar el final de su programa de ese día “en una expresión de defensa propia y también en protesta a esas intimidaciones, porque quieran o no, intimidan”. Es decir, reaccionó ante su valoración personal de un supuesto peligro y “en protesta” por algo hipotético pues, señaló, la suspensión se dio “para evitar la posibilidad de un ingreso no pacífico para entrar al aire”. El hombre que se solaza en criticar errores y vacilaciones de otros, bajó la cortina de su establecimiento para “evitar” posibilidades: “tomé la decisión de darlo por terminado, porque estando fuera del aire ya no existía ese riesgo”. Si los políticos allí criticados tomaran decisiones parecidas, todos los cargos y encargos serían inmediatamente suspendidos ante críticas y oposiciones para que así desaparezcan los “riesgos” de la réplica, el debate, la confrontación libre, fluida y suficiente de ideas (posibles frases famosas: me critican y me exigen, luego me voy; no tengo el monopolio del micrófono para que me peguen). “El riesgo que veía era que mientras que estuviera al aire estaba la amenaza latente de que quisieran entrar, como querían, al aire”, insistió.
La faena radiofónica de ayudantía a la represión forma parte del esquema de servicios que cierto periodismo presta al poder ilegítimo de este país. En momentos cruciales, como sucede hoy, Televisa y su periodismo se esmeran en el manejo tendencioso de la información política, sesgando y ocultando las protestas y la disidencia, aparentando “objetividad” para destacar y sostener los criterios y la información que a los patrocinadores (sobre todo los políticos) conviene. Gran parte de los esfuerzos por cambiar este país son diariamente dañados, marginados o desaparecidos en pantalla para que no crezcan ni tengan resonancia. Gran parte de los delitos contra la nación, de los saqueos y el engano, son cuidadosamente diluidos u olvidados, constriñendo el “periodismo de investigación” a temas secundarios, sin tocar nunca a los verdaderos beneficiarios de la catástrofe nacional, muchos de ellos miembros del consejo de administración de esa televisora.
Y mientras desenredan el paquetazo repudiado y reponen la comparecencia de Lozano, ¡feliz fin de semana!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx

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