lunes, 24 de agosto de 2009

Juanito y Zeferino


Ese es el problema: que no hay compromiso político real, construido desde abajo, en el que las decisiones provengan de estructuras y procesos colectivos. Por ello es que el tragicómico Juanito se la cree y, tocado caricaturalmente por la varita de la fama lumpenesca y asomado con codicia a los baúles del presupuesto y el poder, se va encaminando a la ruptura con Clara Brugada y Andrés Manuel López Obrador que, en caso de darse, exhibirá la pobreza de fondo de las soluciones mágicas” tomadas al vapor de la obsesión electorera. Juanito no ha sido él, sino sus creadores, con todo y el contexto sabido de la trampa tendida por el tribunal electoral federal para quitar a la ganadora original de la candidatura, Brugada, y tratar de colocar a Silvia Oliva, la consorte de uno de los miembros de la familia Arce-Círigo que se han turnado el manejo de la jugosa delegación política capitalina.

Habilitar a quien sea ha resultado mala jugada, pues el Frankenstein de banda tricolor en la testa va siendo manejado para convertir la fatigosa victoria electoral del 5 de julio en esa demarcación en una inducida exhibición pública de pitorreo político a cuenta de la poca seriedad y consistencia de un activista desbordado del lopezobradorismo que, sacado de la nada, ahora defiende su “fama” personal y su “capital político”, habla en tercera persona de sí mismo, entona a la menor provocación cantos épicos en los que el personaje es él y condiciona el cumplimiento de aquel chirriante episodio de su destape, y promesa de posterior cesión de paso a la mencionada Brugada, a que ahora ésta le entregue la mitad de las posiciones administrativas y se comprometa a respetar lo que en esas áreas hagan los representantes del Partido Juanito.

La historia del gandallismo político y la corrupción económica en las peleas internas del perredismo por las delegaciones políticas tiene su equivalente en los sueños inducidos con los que se pretende hacer creer a la “izquierda” que se han ganado batallas y tenido históricos avances porque las siglas del partido del sol azteca son usadas para que se ganen gubernaturas. Un ejemplo actual de esas historias mendaces se tiene en Guerrero, donde un empresario derechista, más cercano al panismo que a cualquier otro partido, fue postulado como candidato a gobernador para “ganarle” al PRI. Zeferino Torreblanca ha sido uno de los mandatarios estatales “perredistas” más afines a Felipe Calderón y más desdeñosos de López Obrador y su movimiento civil de resistencia. No sólo ha gobernado de manera totalmente ajena a lo que debería esperarse de alguien llegado al poder gracias a un movimiento plural “progresista”, sino que ha realizado una sistemática tarea de división y desgaste en esa amorfa corriente social de “izquierda” que había hecho a un lado a una parte de los caciques tradicionales del PRI en la entidad.

Ahora, la muerte del diputado Armando Chavarría está siendo aprovechada para marcar distancia de un gobernador llevado en su momento al cargo por los mismos aires de oportunismo que hoy pretenden aprovechar las circunstancias para colar a aspirantes sin presencia real en la entidad, como la diputada Ruth Zavaleta, a la que hasta ahora nadie considera seriamente parte de la papeleta viable de precandidatos, pero a la que los Chuchos pretenden empujar por enmedio de fisuras fúnebres, aunque ahora también habrá que apuntar a la viuda del legislador difunto, Martha Obeso, entre los aspirantes locales, todos ellos de menor talla que el difunto Chavarría, que este jueves venidero, en su cumpleaños 53, habría de anunciar abiertamente su búsqueda de la candidatura a gobernador.
Las historias de Juanito y Zeferino son las mismas que se repiten por todo el país en un partido que juega a las refundaciones decembrinas para tratar de conservar exitoso el negocio de la representación electoral del segmento social cargado a la izquierda. Lo mismo sucede en el Zacatecas imperialmente gobernado por Amalia García y su hija, Claudia Corichi, o en el Chiapas manejado a media tarde por el gobernador Sabines de fiestas nocturnas, o en Baja California Sur y los grandes negocios de las familias en el poder, los Agúndez y los Cota, o en el Michoacán del desfondado Godoy, donde mandan las Familias, la del narcotráfico y la del caciquismo “revolucionario”, o el Distrito Federal, donde Marcelo Ebrard vive en la indefinición ideológica (que es una forma de definirse) y el botepronto administrativo. ¿Ganar las elecciones? ¿Ganar gubernaturas, jefaturas delegacionales, senadurías, diputaciones, presidencias municipales? ¿De verdad se gana, se ha ganado?

Astillas

Que nadie, desesperado, se tire al abismo. El Informe Semanal de la Cenaduría Carstens ha tenido a bien notificar a su apreciable clientela que la crisis en México ha tocado fondo y que de a poco en poquito la economía retomará sus niveles de crecimiento, pues ya hay “ciertas señales de estabilidad” y las variantes negativas cada vez serán “más pequeñas”. Palabra del profeta Agustín, mejor conocido como el Señor de los Catarritos, especialista en curar crisis mediante shocks financieros... Un lector oaxaqueño denuncia “la descarada política electorera de Ulises Ruiz con sus unidades móviles, supuesta política de desarrollo. Concentran a las personas adultas mayores de sesenta y setenta años para engañarlas con una minúscula despensa. Todo es para afianzar a su candidato, Adolfo Toledo, para la gubernatura”... El maestro Rolando Dromundo Valadez escribe: “Sólo para comentar que me parece increíble que la supuesta izquierda mexicana en la Asamblea Legislativa le entregue un premio al mérito ciudadano a Jacobo Zabludowsky. La persona que durante muchos años parecía ser el vocero no oficial del gobierno, actualmente es premiado por sus méritos periodísticos. Parece que esos diputados, además de tener un escaso compromiso con la izquierda, tampoco tienen memoria histórica”... Y, mientras los diputados federales, electos y salientes, encuentran la manera de dar la vuelta al pequeño escándalo de sus prestaciones e ingresos insultantes, ¡hasta mañana!

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