viernes, 3 de abril de 2009

Cotija no tiene la Culpa...pero sí la Pena...


Cotija de la Paz: del escándalo al vacío


Muchos lugareños no lo resienten, pues los Legionarios se mantuvieron aparte
http://www.milenio.com/node/193442
Jue, 02/04/2009 - 05:20

Este pueblo michoacano es muy religioso.

Cotija de la Paz.- En febrero pasado, un año después de la muerte de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, se hizo público y oficial que tuvo una hija. Esta noticia repercutió en la afluencia de creyentes católicos a los retiros y cursos que se realizan en el Centro Cultural Interamericano de Cotija, en Michoacán. Porque este pueblo con toda su fe, su historia religiosa y su participación en la guerra cristera, ha tenido que enfrentar una y otra vez, ver a su hijo pródigo envuelto en el escándalo, incluso hasta después de muerto. Pero la disminución de visitantes al santuario de los Legionarios de Cristo en Cotija, sólo repercute en unos cuantos de los pobladores, ya que la derrama económica que deja este Centro religioso en el pueblo no es generalizada, pues los visitantes se mantienen encerrados en las instalaciones y no salen ni a tomar un café, señala Regina Díaz, dueña de una de las cafeterías. Los sacerdotes señalan que siguen llegando los religiosos a los retiros y los cursos en el Centro Cultural Interamericano, pero los taxistas han resentido la falta de trabajo, porque eran los encargados de llevar a la gente hasta La Loma. Los demás pobladores no pueden percatarse, ya que como comentan en los restaurantes y cafés, la gente que asiste a los retiros, “no baja al pueblo, ni consume nada”.

Más cerca del cielo Esta edificación está hasta arriba de La Loma; es como si los Legionarios estuvieran por encima de los pobladores. En el camino para llegar a la cima se encuentra el panteón privado. De las edificaciones, sólo se ven las bardas y se alcanzan a distinguir los prados verdes y cuidados. A los lados del camino hay casas muy pobres. Julieta Mendoza explica que el padre Maciel los ayudó a edificar su casa, “a los que vivimos junto a la carretera nos dieron materiales para la construcción”, pero también se alcanzan a ver casas de cartón. Es la miseria que contrasta con la opulencia de una de las órdenes más ricas de la Iglesia católica, la de los Legionarios de Cristo. Ni siquiera el tan mencionado museo del padre Maciel llama la atención de quienes acuden al Centro. Es por eso que la encargada se pasa gran parte del día aburrida, y aunque organiza funciones de cine para los pobladores, pocas veces tienen audiencia, por lo que constantemente se cancelan.

La vida en La Loma es totalmente lejana de los pobladores, pero son los taxistas —quienes llevan y traen a las personas— los únicos que se dan cuenta de la afluencia de visitantes. Roberto es uno de los pocos que no recuerdan con veneración al padre Marcial Maciel. Él comenta que nunca ayudó a los pobres y su obra más bien ha servido a los ricos del pueblo, ya que las colegiaturas de las escuelas de los Legionarios son muy caras para los pobladores. Al principio, comenta, cuando se inauguró el edificio de La Loma, “venía mucha gente y teníamos muchos viajes”, pero poco a poco han ido llegando menos. De hecho, señala que en este año, que fue cuando se supo de la hija del sacerdote, ya casi no han llegado visitas. Antes, recuerda, a cada rato nos mandaban llamar para traer a la gente de la estación de camiones a La Loma, pero ahora hacemos muy pocos viajes. “Ya ve, ni cuando se murió vino mucha gente. Los del pueblo ni siquiera nos enteramos, hasta que ya lo habían enterrado, y claro, no podemos conocer su tumba, porque no nos dejan entrar”.

El Centro Cultural Interamericano se ve vacío desde afuera, al acercarse a la reja, inmediatamente sale un vigilante a señalar que no se puede pasar. Laura también recuerda aquellas épocas en que mucha gente venía al Centro Cultural Interamericano. Ella trabajaba en la cocina y de mesera, y recuerda que nunca estuvo cerca de Marcial Maciel, porque cuando había retiros o cursos de sacerdotes se impedía a las meseras entrar al comedor. “No nos dejaban arrimarnos de cerquitas; sólo lo veíamos a través del vidrio de la puerta”. Laura es de las pocas que con cautela se atreve a dudar de que el padre Maciel haya tenido una hija. “Aquí nadie cree en eso, pero yo pienso, si nos explotaban tanto en La Loma y nos pagaban tan mal, pues todo puede ser”. Ya no trabaja en el centro porque era muy pesado, pero, como vive en La Loma, también se ha percatado de que han dejado de venir los visitantes a Cotija. Las obras, cuando ya estaba en desgracia •••

A pesar de que el padre Marcial Maciel nació en 1920, todas las obras de los Legionarios de Cristo en su pueblo natal se edificaron en sus últimos cinco años de vida, cuando ya se conocían las acusaciones de pederastia en su contra y fueron realizadas con apoyo de los gobiernos estatal y federal.

Las primeras acusaciones de pederastia fueron en 1995, cuando el ex sacerdote Alberto Athié acudió al Vaticano, para denunciar ante el entonces cardenal Joseph Ratzinger, el abuso que sufrió, cuando era joven, el ex rector de la Universidad Anáhuac, Manuel Fernández Amenábar, por parte del padre Marcial Maciel.

En 1998, el sacerdote Antonio Roqueñí presenta una demanda por abuso de ocho menores. Hasta entonces la Legión no tenía obra en Cotija.

El Centro de Salud fue inaugurado hasta el 2 de febrero de 2003 por el padre Maciel y el entonces gobernador Lázaro Cárdenas Batel.

En ese mismo año en La Loma fue inaugurado el Centro Cultural Interamericano, donde se supone que el padre Maciel pasó sus últimos días.

En enero de 2005, por presiones del Vaticano, Maciel Degollado dejó la dirección de la orden que fundó en 1941 y en octubre de ese mismo año se inauguró el comedor social para los pobres de Cotija. Ese mismo mes abrió la biblioteca, que a casi cuatro años de existencia todavía le faltan por llenar más de la mitad de los estantes. El museo abrió sus puertas el 21 de mayo de 2006, dos días después de que el Vaticano ordenó a Maciel dejar el ministerio. (Cotija de la Paz • Georgina Morett) Georgina Morett .

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