jueves, 22 de enero de 2009

“Morimos de hambre, pero seguimos en lucha”

Jueves 22 de enero de 2009

SALINA CRUZ, Oax.— Con el cabello cano que se enmaraña con el viento, don Elías Chincoya advierte desde el estribor de la embarcación: “Mire, con el paro, ya ni los pelícanos se acercan al muelle”.

A 21 días de que su barco camaronero Santa Cruz XI, que compró en un millón 200 mil pesos hace más de cinco años, permanece atado al muelle, las aves grises de pico largo desaparecieron por falta de comida.

“Andan igual que nosotros, buscando la comida porque aquí nos estamos muriendo de hambre, pero a pesar de todo, estamos firmes en la lucha hasta conseguir que baje el precio del diesel”, comenta el hombre de 60 años de edad y 40 de pescador.

La retahíla de don Elías no halla obstáculos. Acostumbrados a los gritos desde estribor a babor para hacerse oír entre el ensordecedor ruido de las máquinas en alta mar, aquí también grita ante el fuerte viento.

“Parece cosa de risa, pero en lugar de llevarle el dinero y el pan a la familia, ahora les quitamos lo poquito que tienen en casa”, dice preocupado. “No es asunto de risa, eh, es un problema grave que debe solucionarse pronto”.

—¿Están cansados? ¿Qué dicen sus compañeros?

—Estamos más firmes que el dólar y ¡vamos a luchar hasta lo último! Si dicen que hay que ir a tomar la refinería (Antonio Dovalí Jaime), pues nos vamos, si dicen que a cerrar carreteras, pues ahí estaremos. Lo que importa es que se solucione el problema.

El buen ánimo de don Elías es sorprendentemente ilimitado a pesar de que ayer hubiera cumplido un viaje de 21 días con dos toneladas de camarón en la bodega de su vetusta embarcación, hoy atada junto al barco Alejandra Fabiola, donde desayunó.

Confiesa que en estos días ha tratado de hacer “unos pequeños arreglos” a su embarcación. “Por ahí le metemos manos a las redes, porque si no hay dinero para comer, menos tengo para hacer reparaciones fuertes”.

La única preocupación de ese hombre que está a cargo de ocho miembros de su familia, “entre hijos, nueras, nietos y mi esposa”, es una fuerte deuda que arrastra desde que comenzó la temporada de pesca en septiembre. “Ojalá y me esperen porque no soy el único endeudado”.

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